martes, 18 de octubre de 2011

FAROL DE SATURNO de Antonio Martínez Sarrión

No es un gran libro de madurez...

La inclusión de Antonio Martínez Sarrión (Albacete, 1939) en la celebrada antología de José María Castellet NUEVE NOVÍSIMOS POETAS ESPAÑOLES (1970) dio un empujón muy importante a su nombre en el concierto de la poesía española, pero asimismo simplificó un poco quizás el entendimiento de su poesía, que siempre tuvo preocupaciones innovadoramente cívicas –expresadas metafóricamente a través del jazz, la pintura, el cine, el decadentismo francés, el gusto por los heterodoxos y también el casticismo- las cuales trascendían no sólo la poesía social, sino también la novísima, llevando de una nueva forma a esta última, más allá del culturalismo y la contracultura, a un implicado y humanizante terreno ideológico.

Y es que Antonio Martínez Sarrión, como bien lo hemos recordado releyendo la reciente reedición en la Editorial Bartleby de su primer libro TEATRO DE OPERACIONES (2010), siempre ha sido un poeta cuidadoso de lo estético, sí, pero sobretodo empeñado en una sutil e irrenunciable finura ideológica: si la poesía novísima trataba de embellecer el mundo al llenarlo de referencias, la de este poeta humanizaba asimismo el mundo al plantearse y plantearnos posiciones.

Sin embargo la poesía del último Antonio Martínez Sarrión, casi dejando a un lado el culturalismo, es contestataria de otra forma: de hecho está concebida como un emocionante trabajo lírico de síntesis vital y poética (las preocupaciones son las mismas pero la rebeldía presenta más pasión que acción, el lenguaje lírico avanza hacia la desnudez, y la contención pone ahora su poesía rumbo a esa perfección que nuca se alcanza).

Lo vino haciendo ya en su libro CORDURA (1999), un texto repleto de hondura e ironía escéptica; de veleidades caricaturescas combinadas con poemas metafísicos repletos de estoica lucidez, al lado de poemas epigramáticos. A este siguió otro poemario que intensificó dichos postulados, POETA EN DIWÁN (2004), que prosigue con el estoicismo formal y el orientalismo emocional y vital, pero esta vez salpicado todo con pinceladas de expresionismo postista y de tremendismo de posguerra.

Y ahora acaba de salir a la calle, también publicado por la Editorial Tusquets, un nuevo libro del autor titulado FAROL DE SATURNO, que, ahondando de nuevo en la orientalizante apología de la brevedad y en la contemplación como camino hacia la iluminación, es compendio y culmen de su última y acaso más perdurable poética.

Se trata éste de un libro de poesía progresiva, cada vez más desnuda, cada vez más posicionada del lado de ese ascetismo y esa renunciación como escudo frente la zafiedad del mundo que propugnan los budistas, y cada vez más asentada en lo que de verdad es la desengañante vida: todo sin perder la irradiante fe en la belleza, en la dignidad, en la inteligencia y en la propia poesía como salvaguarda y cura existencial.

Sin embargo el viaje hacia la síntesis poética de Antonio Martínez Sarrión aquí mostrado, en vez de oscurecer herméticamente su lenguaje como en el caso de otros poetas que vienen realizando parejo itinerario en ellos asociado a la vejez –Antonio Gamoneda, por ejemplo- lo ha abierto a la luz eliminando de su voz las cifradas impregnaciones surrealistas de anteriores entregas del autor, y reduciendo en estas páginas el culturalismo cosmopolita a las menciones de Buda, Keats, Bartleby, Gautama y un poeta japonés del siglo XVII llamado Basho.

Tres vetas temáticas recorren transversalmente este libro: los poemas moralistas que denuncian y advierten de la necesidad de protegerse de la degradación cívica, los poemas transidos de “sutilezas muy propias de Oriente” y los poemas biográficos que se retrotraen al pasado personal para retratar así, con perspectiva indirecta, el universal e intemporal presente.

Pero principalmente FAROL DE SATURNO sorprende por su lenguaje –un lenguaje contenido y por momentos directo y broco que acentúa la indignación; un lenguaje matizado, preciso y excepcionalmente bien empalabrado-. También sorprende por su libertad rítmica –este libro fluctúa entre el verso y la prosa como haciéndonos ver sin decirlo mediante su inencorsetable fraseo musical que el intenso contenido desborda a la forma-. Y definitivamente sorprende por una inquietante lucidez expresada mediante no pocos versos con vocación de cita literaria.

No es un gran libro de madurez. Es más que eso.