viernes, 2 de septiembre de 2011

EL FINAL DEL AMOR de Marcos Giralt Torrente

Los escritores cuyo proyecto literario es un exportable reflejo de su camino interior continuo, de la magnética evolución de su conciencia, tienen en común que con frecuencia sus últimos libros iluminan los anteriores e invitan a que aquellos puedan ser entendidos desde un nuevo prisma.

En este sentido los lectores de las novelas de Marcos Giralt Torrente (Madrid, 1968) hemos asistido a como su perspicaz realismo psicológico caminaba con paso sutil y fina mano literaria desde una imaginación sobria, indagadora y cosmopolita obsesionada con la verosimilitud, hacia la autoficción. Así si en su primera novela PARÍS (Ed. Anagrama, Premio Herralde) un hijo innominado con una convulsa relación con sus padres se preguntaba por los motivos de un antiguo viaje-huída de su madre a la capital francesa justo en el momento en el que madre e hijo se enfrentaban a la conflictividad penal y a las mentiras del marido y padre absentista... Y si veíamos en esa novela de prosa claustrofóbica construida desde la memoria una general bisección de las actuales y a menudo turbulentas tomas de conciencia de la condición de hijo –algo parecido a que si esta generación indaga en los motivos del fracaso de la generación de sus padres conseguirá inmunidad-... Ahora vemos también algo más epatante y revelador.

Asimismo si en su siguiente novela LOS SERES FELICES (Ed. Anagrama) un arquitecto culpabilizado y dependiente que vive en Berlín con una corresponsal de prensa tiene que comer con su padre y enfrentarse ineludiblemente así a su pasado, esto es, a un retrato familiar de fondo con padre desnortado, madre rencorosa y dominante y un medio hermano competidor de afectos: todo para acabar concluyendo que vivir un calvario psicológico familiar repleto de silencios y lacerantes sospechas lleva a ser consciente de que la ausencia de infelicidad es la felicidad... Ahora entendemos mejor el camino que lleva a tan audaz lección vital.

Y es que la publicación de su tercera novela, TIEMPO DE VIDA (Ed. Anagrama), obra concebida como un acto de extrema desnudez, ficción autobiográfica sobre la fluctuante relación del autor con su padre contada desde el fallecimiento de éste hacia atrás mediante los recuerdos del hijo –los cuales impactan por su psicológicamente detallada e impúdica exactitud, por su escabrosa singularidad y, aún así, por su universalidad a la hora de dibujar la condición humana- nos ha revelado a un narrador que cuenta historias incorporando en ellas esencialmente los valores de la autenticidad, la confesionalidad y la autoindagación propios de la mejor poesía, pero sin perder en ningún momento el ritmo, el vértigo y el tempo de la narrativa... Así hemos acertado a ver al escritor en sus personajes, en sus historias de truculencias familiares y psicológicas que dejan rescoldos y tarimas, y hemos visto el poder que el noble y universal arte de convertirnos en relato tiene a la hora de entendernos a nosotros mismos; a la hora de cicatrizar heridas, exorcizar demonios y evolucionar.

Ahora la Editorial Páginas de Espuma acaba de publicar el último libro de Marcos Giralt Torrente, esta vez un libro de cuentos con prosa de novela, titulado EL FINAL DEL AMOR (II Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero, Editorial Páginas de Espuma). Se trata de cuatro relatos narrados en implicada primera persona los cuales compendian la obra escrita por el autor hasta el momento, sintetizan sus claves psicológicas, sus temas, sus atmósferas indirectamente cosmopolitas aunque claustrofóbicas siempre y esos personajes suyos que se alejan para estar más cerca: todo con el motivo vehicular del enigmático amor que declina para cohesionar el conjunto.

En el primer y más atmosférico relato titulado Nos rodean palmeras una pareja de viaje por África, en una isla del Índico se traslada a una isla más pequeña para intentar comprar baratas antigüedades, y, en medio de una lograda ambientación exótica, la trama en la que subyace la sombra constante de la sospecha y la amenazase centra en la relación que establecen con otra pareja de alemanes que les acompañan: todo para acabar dándose cuenta el narrador y su compañera de la asfixiante rutina en la que viven. Luego Cautivos narra la historia de una pareja que, a pesar de que no pueden vivir juntos, les es imposible alejarse, y más o menos este mismo tema se aborda en Última gota fría. Por último, en Joanna asistimos a la evocación de un primer amor de adolescencia determinante.

Existe una lectura estabulada de este libro de prosa hipnótica como algo independiente: así nos encontramos con un mosaico narrativo, casi un puzzle, que, lejos de tratar de producir en el lector sensaciones insólitas sino bien descritas emociones consabidas, nos sugiere además que todas las historias de desamor son la misma repetida y lo que las singulariza y, a la vez, universaliza es el punto de vista: todo cambia y se hace único en este tema al ser contado desde el yo. Desde este punto de vista este libro, que presenta cuatro historias que conforman aunadas el negativo fotográfico del amor, es un brillante elogio de la subjetividad.

Pero a su vez quien conoce la obra anterior del autor de talento contrastado para el psicologuismo y la autoindagación ve o cree ver en este libro algo de la tormentosa relación de sus padres, algo del viaje que el autor hizo con su padre a África, algo de psicoanálisis público, algo de... La narratividad total. La idea de que el desamor no es tanto algo abrupto como una consecuencia. La obra indisoluble del autor. Su huída del maniqueísmo que caracteriza el desamor contado. El valiente exhibicionismo de un autor que se desnuda para que nos descubramos a nosotros mismos todos sin imposturas o fantasmas...

jueves, 1 de septiembre de 2011

ACCESO NO AUTORIZADO de Belén Gopegui

Nací demasiado tarde, a finales de 1974, y no tuve ocasión de votar la Constitución: mis luchadores padres lo hicieron por mí, como lo hacen, en el fondo, casi todo. Gracias a ellos, a sus sueños, a su esfuerzo, a sus renuncias, estoy hoy aquí persiguiendo aún la mejor versión de mí mismo.

No caigo pues en el tópico de hablar desdeñosamente de la Transición ya que, hasta ese momento, la cíclica Historia nos había enseñado que lo que mejor sabe hacer este país es matarse; que cuando nos ponemos a ello nos matamos formidablemente. Y, como tratando de virar con altas miras, en la Transición a mi juicio nuestros padres y sus políticos lograron reinventarse haciendo algo aquí infrecuente: ponerse constructivamente de acuerdo en que estamos juntos en esto y lo que importa es vivir.

No olvido que procedo educacionalmente de la sencillez, el trabajo y el entendimiento, y además creo que me extirparon la malicia en un quirófano: por eso carezco de facultades para anticiparme a las triquiñuelas, que siempre creo bienintencionadas, de quien es capaz de pensar una cosa, decir otra, y hacer a su vez otra... ¡Menos mal que dispongo de la literatura y las hostias que da la vida para refinarme y aprender!

Y digo esto porque para mí los gobernantes son cada vez más un misterio con patas; seres atrapados por la seducción del poder con personalidades especializadas en desbordes, sorpresas y arrebatos: así las últimas noticias políticas son que el gobierno amplía la duración de los contratos temporales, ahí es nada, y que, mejor que escuchar a la gente por si se equivoca, se ha decidido cambiar la Constitución no como se hizo, entre todos, sino sólo entre ellos, los políticos con la sartén cogida por el mango.

Y, como nada se puede hacer al respecto, decepcionado por lo real me refugio en la ficción: leyendo la última novela activista de Belén Gopegui titulada ACCESO NO AUTORIZADO (ed. Mondadori,), un texto valiente con peso estético y moral que trata ficcionalizadamente sobre el gobierno que nos gobierna, uno se da cuenta de que hay quien sí lo venía venir todo... No sé si somos una colonia de eso tan esotérico que llaman los mercados, y no hay margen de maniobra. Pero, sin llegar a aquello que escribió Jean-Paul Sartre de que para quien ejerce la política la única forma de no mancharse las manos sería no tener manos, de la novela de BG se deduce que el verdadero éxito de un político con ideología es no traicionarse pues si se traiciona, si transige ante sí mismo y sus votantes al poner en práctica una política contraria a sus principios, fracasará siempre porque estará haciendo la política de otros, y eso es algo que hacen mejor los otros. Y, además, después de todo se sentirá, ya que mirar al pueblo será como mirarse en un espejo, como un traidor. ¡Con lo bien que había empezado la novela...!