lunes, 12 de marzo de 2012

LOS DIENTES DEL RELOJ de Raúl Campoy Guillén

De entre las múltiples formas que tiene la poesía de invitarnos a realizar el viaje hacia la esencia que supone leer, acaso la más exigente sea la de la metáfora.
De hecho la poesía conceptual, metafísica, apela a nuestra capacidad de síntesis y profundización convirtiendo cada verso en un punto de partida para la meditación, como el zen, y así, entre los poetas de la última generación, nos enseña a hacerlo la contenida poesía de Álvaro Tato.

La poesía narrativa por otro lado nos presenta una anécdota vital o emocional para que la contrastemos biográficamente, la trasvasemos, la rebasemos y hagamos de ella una forma de iluminar nuestro entendimiento del yo, de la vida, de la caducidad y del ofrecimiento imperfecto de la muerte. Y así nos lo hace ver mediante su magnética poesía, por ejemplo, Josep María Rodríguez.

La poesía cifrada, oscura como un pozo lleno de diamantes, apela a nuestra invitación indagadora para hacernos extraer con exigencia principios iluminadores desde el lado menos racional de nuestro entendimiento, y así queda patente en los libros, por citar un hombre sólo, de Julieta Valero.

La poesía experimental busca, persiguiendo el arduo e inagotable camino que abrieron el Barroco, las Vanguardias y el Psicoanálisis, nuevos caminos expresivos repletos de laberintos armónicos que amplíen lo que se entiende por realidad, libertad y normalidad. Y así lo percibimos al leer la poesía exploradora, innovadora, del primer Eduardo Fraile y de Vicente Luis Mora.

Como una combinación reelaborada de estas cuatro corrientes que enriquecen nuestro lírico hoy podemos entender la poesía englobadora y audazmente metafórica de Raúl Campoy Guillén (Madrid, 1978).

Después de un primer libro fresco, vivencial sin narratividad, con reminiscencias clásicas en el fraseo y la métrica libre y con una atmósfera y lenguaje eminentemente posmodernos a la hora de escribir y ordenar la vida desde el yo -DONDE CASI AMANECE (Ed. Calya); poemario que ya apuntaba a la inmersión truculenta en las inmediaciones del republicano ámbito de la imaginación metafórica- este autor ha venido a entrar ya en la selva de la metáfora desnudo pero armado.

Así su libro LOS DIENTES DEL RELOJ (Ed. Atlantis) es en verdad una apuesta por la metáfora como instrumento fértil en el objetivo de convertir su poesía en un compendio de visiones.

Se trata ya esta poesía de una forma original –entendamos esta palabra en su sentido Romántico- de avanzar hacia la imaginación sin contornos que supone la locura, pero no desde el automatismo psíquico puro que reivindicaban André Breton, Benjamín Péret y el resto de surrealistas pioneros, sino desde el lado densamente barroco de la metáfora postgongorina (lado retomado entre nosotros de modo sublime por Antonio Gamoneda y Juan Carlos Mestre como vía de expresión autorreveledora como camino hacia lo universal cifrado).

La irreverencia, la heterodoxia, un punto de iconoclasta suburbano, una forma curiosa de profesar y practicar el erotismo lírico, el experimentalismo sutil pero no juguetón, el surrealismo racionalmente controlado y una variedad métrica versátil que no rehuye ni el poema en prosa a la hora de hacer ver al lector que, en su lirismo, el contenido desborda a la forma, son los componentes o coordenadas de un libro que quiere ser, y con frecuencia lo consigue, un revulsivo emocional que lo mueva todo de sitio dentro de quienes lo leemos…

Como la teología y la teosofía, la poesía de Raúl Campoy, ya que a cada paso se sumerge en el yo y se renueva, nos viene a llevar al más allá.

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