martes, 3 de mayo de 2011

EL MAPA DE LA VIDA de Adolfo García Ortega

La ficción, con su mirada global, intimista y subjetiva, nos habla incluso mejor que nuestros propios sentidos sobre aquellos acontecimientos de los que hemos sido testigos. Y es que nada como un argumento que apueste por el individuo para explicarnos la historia; nada como la ficción sin obligaciones realistas para producir memoria histórica regenerativa.
Así lo ha entendido ejemplarmente Don DeLillo en su novela El hombre del salto –brillante aproximación a ese acontecimiento histórico decisivo que fue y es el 11S, e hito narrativo por su modo de abordar este tema por encima incluso de los nada desdeñables Martin Amis y Joseph O´Neill-. Y, entre nosotros, así parecen haberlo entendido también Luis Mateo Díez que, sobre el 11M, escribió una novela breve, discontinua, alegórica, terapéutica y posmoderna titulada La piedra en el corazón, y Ricardo Menéndez Salmón, quien concibió su novela El corrector ahondando en el 11M como si de una errata en el libro de la realidad se tratara. Pero, en mi opinión, el intento más meritorio a la hora de abordar nuestro 11M es ya El mapa de la vida, novela que firma Adolfo García Ortega (Ed. Seix-Barral).
El argumento principal es una historia de amor: Ada, experta en el Renacimiento, y Gabriel, diseñador de montañas rusas, son dos personas mimadas por la vida que no parecían haberse inquietado jamás ante la cercanía de la nada, pero de pronto les toca la china en la rifa de la adversidad: ambos van esa mañana en los señalados trenes. ¡Y los dos sobreviven aunque ninguno del todo! Tras un arranque narrativo con descripciones repletas de finura moral y minimalismo emocional –un arranque que versa sobre el mal, su imprevisibilidad y sus implicaciones- nos adentramos en una historia insólita y magnética en la que, tan importantes como los protagonistas, son todos esos personajes secundarios descritos con abocetada minuciosidad: el autor nos sugiere mediante ellos que cualquiera iba en esos trenes; que todos íbamos un poco.
Ada y Gabriel se conocen tras el magnicidio y se enamoran. Los lectores asistimos entonces a ese amor casi arquetípico en medio de un Madrid desgarrado aunque también elegíaco. Y escuchamos los pensamientos de los recién muertos e incluso imaginamos -de la mano del autor- lo que podrían haber sido sus vidas sin la drástica interrupción de la muerte: todo desde una fascinante perspectiva angélica... De hecho esa perspectiva superior, trascendente, angélica, es la principal aportación de esta novela al tema del 11M: hay quien puede interpretar esto teológicamente, y quienes lo entendemos como una audaz metáfora de todo narrador.
Madrid/Florencia, el Renacimiento/la supervivencia, la montaña rusa/el amor… Estas páginas llenas de paralelismos nos ayudan a captar las interconexiones. Y es que lo que convencionalmente llamamos realidad puede ser un ámbito aterrador, en efecto, pero atreverse a mirar desde otra perspectiva lo clarifica e intensifica mucho todo.
El mapa de la vida, que hoy es una novela detentadora del regusto de las novelas clásicas sobre el ser humano y sus traumas, un día será una novela histórica... Pero por el momento he aquí, escrita con una suerte de fascinación moral por quienes sobreviven al horror improvisando pautas, una narración iluminadora…. No se la pierdan.

No hay comentarios:

Publicar un comentario