martes, 3 de mayo de 2011

METEOROS de Antonio Pereira

Poesía con más hallazgos que ocurrencias, con más encuentros que encontronazos. La pulcritud emocional hecha versos… Acabamos de saber que le han concedido a Antonio Pereira el Premio Francisco de Quevedo de Literatura por su libro METEOROS (Poesía 1962-2006), publicado por la Editorial Calambur. Y por eso creemos que ésta es una ocasión tan buena como cualquier otra para decir que se puede leer dicho libro de poemas así, a escondidas, casi como quien pega un oído a la puerta de un ilustre desconocido y oye cierto silencio profundo, recipiente de sonidos, y escucha también el trino de los pájaros, y el cantar de las criadas, y la oración de los antepasados, y la vida palpitante, y el latido de la nostalgia, y la belleza contemplada desde altos miradores.

Antonio Pereira, ese escritor de rostro felino que camina por la existencia como un moderado reformista de nuestra alma, escribe poemas que contagian serenidad y clarividencia. Sí, con la exactitud rítmica de los clasicistas pero aportando también la rebeldía sin aspavientos de quien siempre ha ido por libre, nos regala hoy su obra poética completa de la que aprendemos que la poesía es consolación y belleza y así lo demuestran aquí tanto su economía verbal como cierto esplendor rítmico capaz de ganarse honradamente nuestra complicidad lectora. Sabiduría sencilla en la estela de Machado. En la estela de un cometa. De un meteoro.

Dentro de los libros que, como piezas de puzzle, aquí ahora conviven destaca a mi entender “Cancionero de Sagres”, bello canto fraternal, casi himno, casi abrazo, casi salto de agua, en honor a Portugal. Tiene cadencia de fado y nostalgia lisboeta este libro, tiene blanca saudade, y conmueve por su mirada detallista y melancólica y, también, por alguna memorable historia universal que nos regala esta poesía por momentos tan narrativa (como ejemplo el humano y hermoso poema titulado Cementerio de Évora y también otro que lleva como título la palabra Episodio).

Igualmente no se puede pasar por alto “Viva Voz”, compendio de poemas nuevos, inéditos, que aquí se incluyen con toda su frescura y vigencia como para subrayar la eterna juventud de este poeta bendito, de este aristócrata de la amistad y la felicidad, de este escriba emocionante que es Antonio Pereira. Está este último lleno de homenajes –Cristóbal Halfter, Norberto Beberide, Enrique Badosa, Picasso, Victoriano Crémer, Eugenio de Andrade, Amancio Prada…- y tiene de fondo algo como de reafirmación en pugna con lo testamentario, pero sin embargo no hay tristura sino contagiosa esperanza y una envidiable fe en la vida y la amistad.

Así expresado en los poemas el mundo parece una formidable romería con su cáncer de vanidad y pecados, pero también y sobre todo con su apasionante día a día, su belleza y su verdad. El mundo mecanografiado por este blanco abuelo de todos, por este bardo del pueblo, como enseñándonos al cabo que nada hay menos convencional que lo claro y directo. Es poesía atenta, vindicativa, sin las conspiraciones y los excesos de la imaginación desatada; toda una lección de refinada naturalidad.

Al terminar de leer este libro que tan bien resume la evolución de una conciencia se nos queda el alma en un delicado estado armónico, sin éxtasis ni espejismos sino simplemente así, en paz y a salvo como víctimas de la bondad. Lo indescifrable se ha convertido ya en un arrullo, un halo de luz, un momento de pequeño esplendor que nos inspira en la medida en que nos enseña que en la vida la poesía es ese rayo de pureza, de expectación y de sorpresa capaz de conducirnos cada día por la senda de la autenticidad.

Son libros como éste los que nos llenan de impulso, nos recuerdan con piedad de dónde venimos y así nos hermanan con la tierra, con las gentes, con el tiempo y con la paz.

Hay que seguir empleando energía en el imprescindible acto de conmoverse.
Por eso de todo corazón les recomiendo este libro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario