martes, 3 de mayo de 2011

TIEMPO DE VIDA, de Marcos Giralt Torrente

¡Cómo emociona lo que está hecho con la carne y con la sangre! ¡Qué fuerza tiene lo que es verdad!..

Marguerite Duras, dipsómana y genial, es mi autora favorita en el uso narrativo de la primera persona. Ella escribía desde sí misma haciendo confesional, casi terapéuticamente, breves novelas con atmósfera en las que la ficción deja en buen grado a un lado la imaginación para convertir esas perdurables narraciones en un acto de desnudez extrema de la autora sin dejar por eso de ser ficción, y de rebosar verdad.

En primera persona, sin subterfugios literarios y desde sí mismo ha escrito Marcos Giralt Torrente (Madrid, 1968) su epatante última novela TIEMPO DE VIDA (Ed. Anagrama), ficción autobiográfica sobre la fluctuante relación del autor con su padre contada desde el fallecimiento de éste hacia atrás mediante los recuerdos del hijo, los cuales impactan por su psicológicamente detallada e impúdica exactitud, por su escabrosa singularidad y, aún así, por su universalidad a la hora de dibujar la condición humana.

Pero no sólo recuerdos, sensaciones, evocaciones y conmovedoras certidumbres hay en este libro, sino incluso aparecen integradas la parte veladamente autobiográfica de sus anteriores novelas, las lecturas que Marcos Giralt Torrente hizo para escribir ésta y el diario del padre: se nos presenta aquí todo con naturalidad dando testimonio de la inseguridad, de la responsabilidad, de quien sabe que se enfrenta a un libro orgánico, decisivo, fácil de entender pero difícil de escribir y de olvidar... Lo avisa desde el inicio el propio autor: “El porqué, la necesidad de escribir sobre nosotros. Todo el mundo tiene padres y todos los padres mueren. Todas las historias de padres e hijos están inconclusas, todas se parecen. La vergüenza, los pudores. Los propios y los ajenos. El reto, lo nunca hecho. Hablar por primera vez con la propia voz. Una sensación nueva que aturde: no poder inventar”…

Aunque todo empieza con la muerte del padre, el pintor Juan Giralt –personalidad complicada, quebradiza, hombre repleto de dudas creativas y vitales- el primer giro argumental se produce cuando Juan Giralt, una vez separado de la madre de Marcos, termina viviendo con otra mujer –“la amiga que conoció en Brasil”-. Ésta compite con el hijo por el padre obstaculizando así una relación paterno-filial normal, y Marcos, como un exiliado, se refugia en la protección afectiva de su madre (paulatinamente el padre pasa ser para él un país lejano por el cual siente una especie de lejanía sin definitivo extrañamiento)…

Finalmente el padre enferma de cáncer y entonces se produce un último acercamiento entre padre e hijo, facilitado por la deserción de la segunda mujer en los cuidados hospitalarios, de los cuales el hijo se ocupa con primoroso amor a pesar de cierta incomprensión de la madre. Es entonces, ya digo, cuando una inesperada inercia les acerca –en la medida de lo posible dada su compartida biografía específica- como dando sin solemnidad a entender al lector que, por encima incluso de las derivas que nos alejan de los nuestros, está la condición humana, siempre soberana, siempre directora primordial.

Teniendo en cuenta lo que les cuento, teniendo en cuenta el tema tan complicadamente humano y el modo honesto como está tratado, decir que la prosa de este libro posee estilo, magnetismo y talento casi carece de importancia pues no es Tiempo de vida una novela al uso, una novela más, sino una necesidad convertida en logro narrativo que nos llega a tocar un nervio del alma.

A partir de esa muerte tan próxima y lacerante al creador, superada la parte más cargada de perplejidad, incertidumbre y miedo del duelo, no le queda otra que vivir hacia fuera, hacia su obra, hacia nosotros… Gracias.

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