martes, 3 de mayo de 2011

EN LA LUZ RESPIRADA de Antonio Colinas

Cuando en silencio hago repaso de lo que me ha traído hasta aquí y me ha ayudado a ser quien soy, aparecen indelebles los nombres del que fuera mi profesor, José Enrique Martínez, y de uno de mis poetas, Antonio Colinas. Por eso la reciente publicación en la Editorial Cátedra de “En la luz respirada”, reunión corregida de tres libros clave del poeta bañezano –“Sepulcro en Tarquinia”, “Noche más allá de la noche” y “Libro de la mansedumbre”- supone para mí un reencuentro conmigo mismo. ¿Releer no es buscarnos en el pasado y confrontarnos en el presente? ¿Retomar los libros que nos fueron importantes no equivale a preguntarnos si en verdad hemos crecido, o si han crecido dichos libros?

José Enrique Martínez, Catedrático de Teoría de la Literatura de la Universidad de León e iniciador en esta tierra de toda una generación en esa música verbal, emocional y vital que es la poesía, ha realizado la introducción y las notas de esta edición. En ellas deja claro como la poesía de Antonio Colinas está totalmente imbricada en la vida, la mirada y las lecturas de ese poeta; habla además de la riqueza léxica y simbólica de algunos poemas y nos esclarece el significado de los versos más culturalistas. Por eso volver a leer estos tres libros o puntos álgidos de cada una de las etapas creativas de este autor, se parece mucho a leerlos por vez primera, desde un ángulo distinto, con una perspectiva mejor. No más lejos, más hondo.

A la hora de entender el ideario y la visión del mundo de este escritor, en la introducción se nos habla de los espacios o ciudades que ha interiorizado: La Bañeza, León, Córdoba, Madrid, Milán, Pérgamo, Ibiza y Salamanca. Cada uno de esos espacios en los que Antonio Colinas ha vivido viven ahora dentro de sus libros y sus poemas, y por eso leer “En la luz respirada”, de un mistérico, culto y primigenio modo, se parece a viajar.

Asimismo José Enrique Martínez nos regala su lectura personal de algunos poemas como el titulado propiamente “Sepulcro en Tarquinia”. Nos habla entonces de poetas italianos, del mundo latino y del noroeste, mezcla el neorromanticismo telúrico con la trayectoria del autor y nos enseña así que leer poesía implica una forma de ser y de estar en el mundo. “Sepulcro en Tarquinia”, leído ahora, es la obra poética culturalista, metahistórica, intercultural, humana y humanista de un poeta inspirado capaz de tocar un nervio de nuestra alma. Dicho libro de poemas, en el mundo intolerante y globalizado que habitamos, ayuda a convivir.
Luego está “Noche más allá de la noche”, poema de poemas, himno que el autor de la edición califica como el mejor libro de poemas de Antonio Colinas. Puede ser, pero parece justo señalar aquí con humildad que en la jerarquía de mi sensibilidad está más alto “Sepulcro en Tarquinia”. Y lo está porque esos poemas no me elevan y me sacan ética y estéticamente del mundo, no, sino que me introducen lúcidamente en él. De todas formas está claro que toda la brillante segunda etapa creativa de Colinas –donde se sitúa “Noche más allá de la noche”- se caracteriza por ser elevada, filosófica, budista o taoísta, cosmológica, esencial... Y son importantes aquí las lecturas fundamentales que nuestro poeta hizo entonces, y que el introductor nos señala. Así encajamos y contextualizamos el ritmo, casi respiratorio, y el lenguaje imaginativo, volador y espiritual. El “Libro de la Mansedumbre”, con su tono naïf, naturalista, sensible, evocador y tierno, es el más representativo, dice la introducción, de esta última parte de la obra de un poeta en el sentido clásico de la palabra. Uno de esos poetas, médiums o gurús de la tribu que busca la iluminación y nos la regala. Un poeta de los nuestros. Uno al que bien podemos encontrarnos un día por aquí, por cualquier calle, con cara de extrañeza mientras nos acercamos a él para preguntarle al oído: ¿Eres tú el elegido o tenemos que esperar a otro?

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