martes, 3 de mayo de 2011

MAREA HUMANA de Benjamín Prado

Me autoinculpo de ser un lector apasionado de la obra de Benjamín Prado, y de haberme convertido en seguidor –con actitud de alta exigencia constante- de su proyecto literario. El conjunto de su escritura, y su poesía especialmente, constituye la conquista de un lenguaje intenso, imaginativo y por momentos deslumbrante. Un lenguaje que no oculta sus influencias, pero que las influencias que reconoce las merece… La suya es, hoy, la voz infrecuente de un poeta que sí cree en la originalidad.

Sin duda el poemario que inaugura ese lenguaje es El Corazón Azul del Alumbrado (Ed. Libertarias, 1991) y el punto más alto de belleza verbal lo consigue, en mi opinión, en algunos momentos de Cobijo Contra La Tormenta (Ed. Hiperion, 1995), sí, pero aúna su lenguaje y una virtuosa estructura en el logrado Todos Nosotros (Ed. Hiperion, 1998). A partir de ahí parece reservar su interés estructural para los ensayos (aprendí mucho de Los nombres de Antógona, Ed. Aguilar, 2001, una confrontación poliédrica de cinco escritoras y donde el autor, creo yo, dedica páginas especialmente hermosas para María Teresa León), y reserva igualmente ese posmoderno interés estructural para las novelas (mi favorita aún es No sólo el fuego, Ed. Alfaguara, 1999). Por eso el último Benjamín Prado continúa relampagueándonos el alma con metáforas ingeniosas pero, además, ha añadido mayor carga de pensamiento, de intimismo y de verdad emocional hasta llegar así a su recién publicado libro de poemas titulado Marea Humana (Ed. Visor) que más que un desahogo biográfico es casi un acto de desnudez extrema.

“Admitir que padeces/ la maldición de todo lo que al no ser exacto/ tiene que conformarse/ con ser sólo infinito”… “Yo que viví en tu mundo de horas irrevocables/ y golpes sin regreso,/ sé que no existe paz para tu guerra,/ que no hay más que pasado en quien nunca habrá olvido”... “Tú eres el juez que llora/ sobre la tumba de sus condenados”… En efecto, en Marea Humana no hay estructura sino acaso sólo el resumen de dos libros en uno conformando un texto duro que, como las tragedias griegas, termina con una catarsis. En estas páginas encontramos pues la crónica de una pasión que se ha hecho añicos y cuyos protagonistas no son capaces de reconstruir con las piezas que quedan. Y hallamos inteligencia, amargura, reproches, demoliciones o voladuras controladas, huidas, reconstrucciones… “Hay hombres –dice Keats- que se detienen/ igual que una criatura que una vez tuvo alas”... Todo eso contado por alguien que sueña que es Pablo Neruda y cuyo sueño contagioso se convierte en la otra cara de la moneda del desamor.

Pero dentro de Marea Humana hay también un poeta comprometido con la realidad y, por eso, atento al mundo y sus desmanes. Así hay otra parte de este libro en el que el autor se desensimisma o implica de otra forma para contagiarnos destellos de conciencia. Por ejemplo en el poema El Avaro dice: “el dinero/ vive en su corazón como el musgo en la roca”, “No sospecha que a veces cava también su tumba/ el que entierra un tesoro”; y en El Ecologista se lee: “quien tala el abedul/ detiene un río”.

Lo demás es el vitalismo repleto de chispazos de unos poemas de amor que el lector lee como quien regresa a donde todo empieza, y luego unos retratos –Alberti, Antonio Machado, etc- realizados al óleo de la palabra, la memoria y en conjunto enseñándonos la trascendental verdad de que hay quien daría toda su vida por vivir un día más.

Luego el último poema –mi preferido- titulado La Misteriosa, que como ya he dicho más que un colofón constituye una catarsis que resume y da sentido a toda esta marea humana, a toda esta operación a corazón abierto, a este ramillete de poemas terapéuticos escritos acaso también para recordarnos, en este mundo nuestro tendente al hermetismo, que las palabras que curan duran y por eso las necesitamos tanto.

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