martes, 3 de mayo de 2011

OCNOS de Luis Cernuda

Leer un libro como quien vuelve al cuarto de juguetes que habitó de niño, un poemario como un mapa para saber regresar sin perderse, un elixir de la eterna infancia irrepetible donde todo empieza... La colección de poesía Signos -integrada en la Editorial Huerga&Fierro-, acaba de reeditar OCNOS, de Luis Cernuda, en una edición preparada y prologada por Francisco Brines.

Según aclara la cita inicial que precede al texto, fue en la obra de Goethe donde encuentra nuestro autor la mención de Ocnos, personaje mítico que trenza los juncos que han de servir de alimento a su asno. Escribe Francisco Brines que Cernuda “halló en ello cierta ironía sarcástica agradable, se tome el asno como símbolo del tiempo que todo lo consume, o del público, igualmente inconsciente y destructor”. Luego el prologuista nos hace un sintético repaso de los antecedentes formales de poesía en prosa a los que debió tener acceso el poeta sevillano, tanto en los que se insertan en la tradición hispánica (Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez, etc), como en los del canon francés (Baudelaire. Rimbaud, etc). Francisco Brines con su documentado prólogo nos ilumina y sitúa. Y luego vine Ocnos.

Hay libros que se leen despacio, rozando con los ojos cada letra impresa. Se leen ausentándose mientras tanto de este mundo nuestro lleno de prisas y ruido contagioso, y uno parece limpiarse con las páginas el ánimo y el alma de infecciosas interferencias.

Pequeños pasajes cristalinos que convierten la memoria en cadencia, anécdotas emocionales con un diluido fondo de piano, Sevilla fotografiada en palabras desde Escocia, Ocnos es el libro de un poeta exiliado de todo que mira hacia atrás con clarividencia acaso para ponerse a bien con el universo.

El autor comienza a escribirlo en Glasgow (Escocia) en 1940, y es en la distancia espacial y temporal donde consigue la lucidez armónica que impregna este libro. Utilizando una segunda persona referencial en muchos de los textos, nuestro autor va recogiendo del suelo sus propias huellas y le llevan hasta una Sevilla mítica con bazares y huertos, con magnolios y vicio mientras las estaciones gradúan la luz a la orilla del río. “Y te adentraste en la ciudad abrupta, maravillosa, como si tendiera hacia ti la mano llena de promesas”.

Ocnos nos enseña entre otras cosas que la memoria está llena de sonidos, acordes, disonancias, pasajes, aromas añorados, texturas, sabores legendarios que también son el futuro. Bello cinematógrafo de la vida. Desde este libro construido no según el orden en que cada “trozo” –como los llamaba Cernuda- fue escrito, sino según tuvieron cronológicamente lugar las secuencias infantiles y juveniles que se muestran, el lector puede atisbar de forma global el universo interior del autor: su talante cosmopolita que mitifica con frecuencia el punto de partida, su espíritu delicado y sensible, contemplativo a veces, el lenguaje contenido, la precisión emocional rica en matices, esa personalidad ensimismada y a la vez expectante en perpetuo estado de perplejidad ante el mundo, las fascinaciones eróticas, su proximidad con el dolor acompañada de cierta fuerza natural que dobla pero no rompe, todo ello expresado o sugerido con elevada tensión lírica.

Recibamos como un feliz acontecimiento la publicación de este libro ahora que se cumplen cien años del nacimiento del poeta, y sesenta desde la primera edición de Ocnos.

Sí, como volver al cuarto de juguetes de la infancia es leer cada poema en prosa inacabable de este libro. Entre un caballo de cartón y una muñeca de trapo se puede ver aún, hecho con papiroflexia, tu corazón.

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