martes, 3 de mayo de 2011

EL OFICINISTA de Guillermo Saccomanno

¡Seguimos vivos si no hemos perdido la capacidad de fascinarnos!
En este sentido, y en lo que a novela se refiere, qué duda cabe de que el Premio Biblioteca Breve es uno de los más importantes que se conceden en este país. Sin embargo estamos cada vez más acostumbrados a que los premios literarios de alto copete no descubran a un autor sino que lo confirmen, y por eso bien puede calificarse de acontecimiento la concesión del Premio Biblioteca Breve 2010 a la obra de un autor argentino inédito en España: Guillermo Saccomanno (Buenos Aires, 1948).
La novela en cuestión se titula El oficinista, la acaba de editar Seix Barral, y dibuja con prosa virtuosa, minuciosa y vívida un ámbito urbano claustrofóbico como marco para una historia de amor turbio. Sin embargo tan importante como lo que se cuenta contenidamente en estas páginas es lo que el narrador nos invita intuir, y tan sustancioso como el anecdotario resulta la excelentemente construida atmósfera. Una atmósfera, por cierto, que inicialmente parece decorado fabricado a partir de elementos procedentes del surrealismo neurótico de Kakfa y la anticipación científica delirante de Philip K. Dick, pero que pronto se nos antoja ámbito original.
En verdad la ciudad desasosegante y opresiva con helicópteros que vigilan desde el aire, alambradas, mendigos justicieros, ordas de adolescentes drogadictos, gendarmes, ataques terroristas y perros clónicos en la que sucede esta historia es una forma brillante que Saccomanno tiene de apuntar políticamente con el dedo al ayer, al hoy y al mañana… No es el realismo partidista sino la imaginación alegórica la literatura concienciada que hoy, en mi opinión, necesitamos… El espacio perturbador en el que sucede El oficinista convierte esta novela en lo que los aficionados a la ciencia ficción llamamos distopía (palabra preciosa que debiera entrar pronto en el Diccionario de la Real Academia).
La distopía, en oposición a la Utopía (lugar ideal) de Tomás Moro, es un espacio social sin reglas fijas cercano al esperpento que arremete contra el yo, por decirlo de forma simplista. Y, como nos enseñan los autores clásicos que tan buenas novelas distópicas nos han regalado como Ballard, Robert A. Heinlein o el propio Philip K. Dick, lo contrario del idealismo no es el egoísmo sino la ambigüedad moral, que es lo que permite sobrevivir improvisando.
Sí, en este paisaje urbanamente intimidante trascurre la vida del oficinista, asalariado que pospone con frecuencia su salida laboral para no tener que volver a su sórdido hogar donde le espera una mujer adiposa y vampírica, unos hijos a los que casi desconoce, y una vida de exigencias, desventuras y falsas apariencias. En una ocasión, ya fuera de hora, se encuentra en la oficina con la secretaria del jefe, la acompaña a casa a través de ese caos metropolitano, y surge entonces entre ambos una relación que para ella es ejercicio físico, pero a la que el oficinista se agarrará como si fuera una tabla de naufrago. Este personaje alcanzará así la redención mediante esa secretaria, que a su vez es amante de su jefe, cambiará unas preocupaciones por otras, modificará la perspectiva de todo, se convertirá en otra persona y nos recordará luminosamente que el amor es un riesgo que siempre merece la pena que corramos. Pero, bien lo verán al final, esto no es una novela romántica.
La ambientación perturbadora confiere a la trama amorosa cariz casi de milagro –acaso no sea otra cosa el amor en este mundo, y no digamos en la ciudad en sombra o infernal negativo fotográfico de Buenos Aires en la que sucede todo esto-.
El lenguaje de El oficinista –frases cortas, aforísticas, precisas como de neurocirujano psíquico- está emparentado con el clasicismo centroeuropeo y con el ruso, los personajes, descritos abocetadamente pero aún así con entidad total, no sólo son creíbles sino además paradigmáticos, la gradación de la intriga está lograda magistralmente mediante la dosificación de información, el tema es poderoso y lacerante y el autor, mediante un saber narrativo fuera de lo común, consigue hacerte sonreír, o pensar, o temblar, o vivir cada vez que se lo propone.
Esta novela y este autor son un descubrimiento perdurable.

No hay comentarios:

Publicar un comentario