martes, 3 de mayo de 2011

UNA PUTA ALBINA COLGADA DEL BRAZO DE FRANCISCO UMBRAL de Diego Medrano

Diego Medrano (Oviedo, 1978) vive y escribe a la sombra de Leopoldo María Panero -loco y maldito por antonomasia de nuestra cultura- como Leopoldo María Panero -interesante escritor de enorme talento que ha acabado devorado por su personaje poético- malvive y escribe a la sombra de Antonin Artaud. Y acaso por eso, porque Medrano se ha enfrentado ya con sus demonios interiores y ha visto el abismo peligroso y atractivo como un pozo lleno de diamantes, ahora ha hecho un punto de inflexión en su obra con su más reciente novela titulada Una puta albina colgada del brazo de Francisco Umbral (Ed. Nowtilus.

Este joven autor en cuya imaginativa prosa hay algo del surrealismo y las vanguardias europeas, mucho de Valle Inclán y Gómez de la Serna, y cuarto y mitad de Baudelaire y Rimbaud, se hizo un hueco definitivo en las librerías al publicar Los Héroes Inútiles, su correspondencia personal con Leopoldo Mª Panero. A este singular libro le siguió otro hito dentro de la variada producción de Medrano –la sorprendente y alocada novela El Clitoris de Camile (Ed. Seix-Barral) inspirada de algún modo en la vida de Camile Claudel, musa del escultor Rodin- la cual sorprendió a la crítica y acojonó al público por su inventiva verbal, su inconformismo temático y su sentido de la trasgresión.

Y ahora, como reivindicándose a sí mismo con todo derecho, Diego Medrano ha escrito y publicado una novela con la que su nombre se desasociará del de Leopoldo María Panero y quedará unido para siempre al de cuantos, en la tradición española, han escrito novelas con más estilo que argumento en las cuales brilla la prosa, se reinventa el lenguaje, se denuncia la vida, se va y viene de la radicalidad a la ternura y se vive con pasión. El nombre de Diego Medrano, a partir de esta novela hermosa y loca como todo lo imposible, a partir de este homenaje, de este elogio de la literatura vívida y vivida, quedará para siempre unido al de esa metáfora que ahora es Francisco Umbral.

Samuel Lamata, protagonista de esta novela, es un escritor radical, homosexual, marginal y aspirante a maldito perdido en una pensión sórdida de la calle Hortaleza. Se supone que está escribiendo un libro extravagante –La Vida en las Pensiones-, y, desde luego, ha venido a Madrid para conocer a su admirado Umbral.
Deambulando pues como un gato callejero por el Madrid bohemio conocerá a un editor, Enrique Tarazona, el cual promete inicialmente publicar su libro y presentarle a Umbral, y eso acentuará la vocación y el delirio mesiánico de nuestro protagonista. A partir de aquí, y añadiendo al texto un segundo grado de ficción, todo lo que el protagonista vive parece un capítulo del libro que se supone que está escribiendo -todo tiene algo de novela picaresca postmoderna- al tiempo que Tarazona, ya que todos necesitamos un guía que nos ponga en la rampa de salida de la vida, como nos enseño Herman Hesse en Demian, o que nos conduzca a través del infierno, como nos enseñó Dante en La Divina Comedia, se convertirá en el guía de Samuel Lamata. El joven escritor conocerá a Umbral en el Café Gijón y a una especie de hetaira moderna adicta a los medicamentos y las citas literarias -Maruja Lapoint-, y Tarazona iniciará en el acto una colección de ficción en su editorial contratando simultáneamente una novela de Umbral, y una biografía de Maruja Lapoint escrita por Samuel Lamata. Tras ese encuentro y esa oferta Samuel Lamatra cambiará de guía, sustituirá a Tarazona por Umbral, y luego sustituirá a Umbral por Maruja, la cual se nos descubrirá como una sádica visionaria.

Al mismo tiempo prosiguen pues su novela y su vida, su acerada, inquietante, admonitoria e iluminadora educación sentimental. El lector seguirá leyendo con placer -seguirá asistiendo a los descubrimientos vitales del escritor y a las las discusiones entre escritor y editor- para saber si finalmente llegará Samuel a escribir ese libro y, cosa más difícil, si Tarazona llegará a publicarlo, pero sobretodo seguirá leyendo ebrio de prosa torturada. Así es esta novela atípica llena de frases ingeniosas y citas literarias iluminadoras en la que el autor, fiel a sus clásicos, da más importancia a las conversaciones que a los sucesos…
He aquí pues una novela para quien aprecie el talento, para quien sepa degustar el estilo, para quien disfrute con la potencia verbal y emocional de quien escribe desde un límite… Un hallazgo.

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