martes, 3 de mayo de 2011

LA PIEDRA EN EL CORAZÓN de Luis Mateo Díez

“El mismo rostro, la identidad común, la fragilidad extrema…”. La última novela publicada por el fabulador leonés Luis Mateo Díez (“La Piedra en el Corazón”. Ed. Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores) trata sobre la enfermedad de una niña, Nina, aunque en el fondo narra la vivencia de la enfermedad indirecta que padecen quienes la cuidan. Igualmente trata sobre la enfermedad de una ciudad, Madrid durante los atentados del 11-M, pero principalmente versa sobre el padecimiento indirecto no de las víctimas sino de los ciudadanos que contemplan el horror al mirar por la ventana o al observar las espeluznantes imágenes en las pantallas de los televisores. Paralelismos. Nada es único. Toda historia, incluso las fantásticas, tiene algo de paralelismo… Ésta es una de esas novelas que no sólo llega al corazón del lector sino que además lo desmonta.

Y es que esas enfermedades psíquicas difíciles de describir y etiquetar, las cuales además llevan aparejados trastornos de personalidad, poseen como característica la fragmentación. Acaso por eso ésta novela está escrita así, mediante pequeños capítulos o piezas de puzzle, intentando emular indirectamente la fragmentación mental de la protagonista, Nima, y también la fragmentación emocional y matrimonial de sus padres: Liceo y Aura. Capítulos cortos, filosóficos, intensos, líricos para una historia contada mediante una narrativa discontinua… Esta innovadora novela parece las notas tomadas para escribir esta novela.

“Lo que el cuerpo debe al alma… Lo que la carne alberga del espíritu maltrecho de mi hija“. Conmueve e ilumina ese padre que quiere ya no ayudar sino al menos entender. Y esa madre que desea al menos proteger. Y protegerse… Y sobre todo llega a asustar la precariedad de Nina, una chica perdida en medio de una ciudad perdida. “El daño contiene la derrota de lo que nos sucede… El daño, hija mía, parece la palabra adecuada, quiso decir Liceo, y a lo mejor si nos pusiéramos de acuerdo en una palabra, en un concepto, podríamos acercarnos en ésta situación en la que estamos comprometidos sin que ninguna palabra signifique nada preciso, sin que exista una frase de consuelo y entendimiento, ya que de tanto hablar sin llegar a nada estamos peor que nunca”.

Sí, prosa intimista de autor excepcionalmente implicado. Y aún así lo que fascina de esta historia es principalmente la estructura narrativa; la forma inconexa pero elocuente como se narra aquí todo. Y es que el modo en que está contada esta historia nos recuerda sin decirlo que la precisión está hecha para la inteligencia.
Palpita esta obra intimista con una carta y un cuento intercalados y en la que la fantasía es el alivio para las almas atribuladas. Palpita ahora que estamos todos un poco necesitados de alivio. Vibra esta novela en la que la reflexión y el lirismo intensifican la narratividad y la dan peso ahora que, en medio de la delgada ceremonia cotidiana de la frivolidad, tanto necesitamos las cosas de peso, de entidad, de eternidad…

He aquí pues una historia breve e inacabable sobre la línea difusa que separa el dolor colectivo y el dolor familiar contada con un preciosismo verbal que ahonda en la dureza del argumento, sí, pero asimismo ayuda a descubrir el valor altamente terapéutico de las palabras como camino de encuentro, y el valor de la ficción como generador de orden incluso en medio de la desgracia. O, por decirlo con palabras del propio autor, “la escritura es una norma de orden en el desorden, un hilo de lucidez en la oscuridad, para que en la ciudad, como en la vida, se orienten los trenes”.
He aquí una historia sobre los enfermos y los cuidadores, esto es, sobre todos y cada uno de nosotros. Una historia definitiva y definitoria escrita con la autoridad moral de quien de pronto se desnuda y, generosamente, nos enseña su verdad.

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